Me niego a llamarla comisión de los ERE. Prefiero identificarla, siguiendo la tradición parlamentaria norteamericana, como “La comisión García”. Por eso y porque -tratándose de una comisión donde el gobierno se investiga a sí mismo, donde todo queda en el ámbito doméstico, y donde, por tanto, se da una identidad de objeto y sujeto- se me antoja, y discúlpenme la zafiedad de la metáfora, un perfecto ejercicio de onanismo, eso sí, practicado con “la mano izquierda”. La mano izquierda merece, a mi juicio, ese reconocimiento para la Historia.
¿Se ha visto alguna vez en la podrida política andaluza que un partido en el gobierno haya actuado contra sus propios intereses, aunque se tratara de honrar a la justicia, o hacer prevalecer la verdad? ¿Alguien puede desautorizarme con un ejemplo, uno sólo?
Apenas constituida la comisión del siglo, la comisión por antonomasia, los hechos apuntaban ya, con descaro, desvergüenza y tozudez hacia lo que muchos –bergsonianos- intuíamos, o –descreídos- sospechábamos: íbamos a asistir a la representación de una farsa, que habría de terminar incontinenti con las mismas maneras del valentón del soneto de Cervantes:
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
Es decir, con más aparato y artificio que ansias de verdad. Ya sabíamos que en el corpus, o más exactamente, el porcus -como diría Dickens- ideológico socialista, la verdad es decir lo que conviene en cada momento, Pizarro dixit.
¿Existe sobre el solar patrio alguien tan ingenuo que esperase otra cosa?
(Estropeando a Canalsú, pero con buena voluntad)
Creo que es opinión mayoritariamente compartida que las comisiones parlamentarias de investigación son de escasa o nula utilidad. La utilidad de esta quedó ya en entredicho el mismísimo día de su constitución: una comisión presidida no por el partido de la mayoría, sino por el que gobierna precisamente con aquél cuya acción de gobierno es el objeto de la investigación. Una comisión donde el investigado y su socio de gobierno fijan las reglas del juego. Una comisión que bloquea y veta las iniciativas de la oposición. Una comisión que da amparo al filibusterismo. En definitiva, una comisión para tapar, más que para desvelar. Para tapar las vergüenzas del gobierno, de los dos partidos del gobierno. Para tapar lo que uno hizo (PSOE) y lo que otro dijo (IU), cuyas palabras se tragan ahora como sapos, aunque eso no evitará que las recordemos; y, como en el libro de Job, les decimos: “…tu lengua te condena, que no yo. Tus labios testifican contra ti…”
No creáis que nos engañáis con este enredo, que con esta tramoya saldáis la cuenta del cacareado “compromiso ético”, ¡qué risa!
Aunque hemos asistido a un bochornoso espectáculo, al menos ha servido para constatar que estamos gobernados por una pandilla de ignorantes desmemoriados sin escrúpulos, eso en la hipótesis más benevolente. Estos sujetos que nos gobiernan dicen no saber nada, no haber despachado nunca sobre el asunto con sus superiores o subordinados, o no acordarse de nada. Pese a tan magnífica ostentación de incuria e ignorancia, defienden, paradójicamente, con cinismo y firmeza, la legalidad y corrección del sistema de ayudas. Es decir, de un sistema arbitrario y opaco que propició que miles de millones de euros públicos se repartieran entre aquéllos a los que el gobierno señaló con su dedo benefactor, sin someterse a más criterios que los que dictó su sacrosanta voluntad. Y en el colmo del cinismo, osan declinar cualquier responsabilidad por el saqueo de los fondos públicos, a pesar de que el delito se perpetró, como dicen los yanquis, durante su guardia.
Creo que el Partido Popular cometió un grave error participando en la comisión. A las primeras de cambio, cuando el investigado, mediante vetos y artimañas, restringió las posibilidades indagatorias hasta el ridículo, el PP debió levantarse de la mesa y negarse a participar de comparsa en la farsa.
Al fin y a la postre, la única legitimación ética de la comisión emanaba precisamente de la presencia de la oposición en ella. Sin el PP en la comisión, ésta quedaba absolutamente deslegitimada, y puesta en evidencia. Por el decoro de la Institución, hubiese sido preferible; todo antes que ver a la “Compañía de comedias del Hospital de las Cinco Llagas”, también conocida como “Comisión García” representar esta bufonada.
Max Estrella, cesante de hombre libre.